Sentimientos encontrados | El Heraldo de Aguascalientes

2023-03-23 17:02:23 By : Ms. YAN WANG

En los últimos 15 días he tenido sentimientos encontrados, muy intensos. Llenos de mucha nostalgia, que han brincado de mi cabeza a mi corazón con una fuerza descomunal y en ratos incontrolable que ha logrado llevarme de la agonía al éxtasis en el plano emotivo, por el caudal de recuerdos, que en cascada se agolpan en mi cabeza. Afortunadamente todos son recuerdos gratos.

En los últimos 15 días perdí a un gran amigo, exactamente el 24 de febrero. Un amigo con quien hice una amistad sincera, plena de demostraciones de afecto fraternal. Hablo de Felipe González González. A quien hasta hace 23 años yo sólo lo conocía por los medios. Sobre todo, cuando fue candidato a gobernador. En ese tiempo yo participaba en el PRI y tenía una muy buena amistad con Héctor Hugo Olivares. Mi padre había iniciado esa relación con Héctor Hugo desde mucho antes de que fuera candidato, cuando Héctor Hugo trabajaba en el IMSS local en el área de prestaciones sociales. Por eso en la campaña por la gubernatura el afecto y el apoyo de mi familia era por Olivares Ventura. Vinieron las elecciones y ya todo mundo sabe el resultado: El PRI fue derrotado abrumadoramente por el candidato blanquiazul Felipe González. Pasado eso la vida siguió su curso. Y continuó nuestra vida en el trabajo cotidiano, en el servicio público. Unos meses después de que Felipe González había tomado posesión del cargo de gobernador, una mañana me buscó por medio de un amigo común. Me invitaba a platicar. La invitación a ir con el gobernador me causó extrañeza. Nunca había hablado con él ni había tenido algún acercamiento. No tenía idea para que me buscaba. Al amigo que me dio el recado del gobernador le dije que sí iría, que me avisara día y hora. La respuesta llegó al otro día. Me dio el día y hora de la cita.Con nerviosismo y con una sensación muy especial de curiosidad me presenté puntual. Víctor Eljure, que era el secretario particular del gobernador, me pasó a su oficina y me dijo que en unos minutos me pasaría con el gobernador. A Eljure tampoco lo conocía en persona. De entrada, me cayó bien. Muy atento, muy formal y sobre todo muy discreto, como debe ser un secretario particular. Platicamos unos 10 o 15 minutos de cosas intrascendentes mientras entraba con el gobernador. El apenas habernos conocido Eljure y yo no permitía hablar de temas de fondo, sobre todo de política local. Aparte de que Eljure atendía varias llamadas, en momentos con dos teléfonos al mismo tiempo, uno en cada oído. Así de exigente era su trabajo y así de eficiente era él. Minutos después el gobernador le llamó a Eljure y le dio la instrucción de que me pasara a su despacho. Cuando entré estaba Felipe en su escritorio firmando un altero grande de documentos. Cuando me vio me saludó con entusiasmo: ¡Hola, Rodrigo!¡cómo está!Ese recibimiento tan afectuoso me sorprendió, pues parecía que éramos amigos de años, pero no, era la primera vez que nos veíamos en persona. Yo respondí también con efecto a su saludo. Felipe se levantó de su escritorio y me invitó a sentarnos a un lado, en donde había dos sillas y una mesita en medio. Con esa acción el gobernador me estaba demostrando que íbamos a platicar como dos amigos, sin el escritorio de por medio. Hasta ahí mi incertidumbre sobre qué se iba a tratar la plática con él se había acrecentado. Aunque ya la sensación era distinta, pues estaba ante un hombre afectuoso que de inicio me trataba como viejos conocidos.

Sin restricción de tiempo, que debe haberlo tenido pues tenía su agenda llena, platicamos de varios temas, pero se centró en lo que era su gobierno y la labor que había hecho en los pocos meses que llevaba en el cargo. Y me pregunto cómo veía yo las cosas. Le contesté con toda sinceridad sobre lo que en mi modesta opinión consideraba, para bien o para mal. Y así tenía que ser pues para eso me había llamado y no para darle cebollazos, que de esos recibía a diario de diferentes personajes.

Luego de una charla de más de una hora me dijo para que me había llamado.

-Le llame para invitarlo a trabajar conmigo. Y me dijo con exactitud qué era lo que deseaba que hiciera.

Desde luego que yo no tenía ni que pensar la respuesta. Colaborar con el jefe del Ejecutivo del Estado era aparte de importante muy gratificante y significaba un gran compromiso. Al otro día inicié labores y se me asignó una oficina cercana a su despacho.

A partir de ese día nació una gran amistad. Felipe me brindó su confianza. Con él viví muchas situaciones muy interesantes. Cuando fue senador de la República me invito a trabajar con él en el Senado Así mismo en diferentes ocasiones, fiestas, comidas, etc., me platicó muchas anécdotas vividas por él dignas de ser plasmadas en un libro, el cual dos o tres semanas antes de su fallecimiento habíamos acordado realizar. Felipe González, varios años después de habernos conocido, fue padrino de la carrera de Derecho de mi hijo Ricardo y con ello mi relación con él ya fue de compadrazgo.

A mi amigo lo vi por última vez el 21 de febrero. Ese día platiqué con él en su casa y nos despedimos con mucho afecto con un apretón de manos que sentí me transmitía mucho sentimiento. Nunca imaginé que era la última vez que lo vería con vida.

El pasado viernes 3 de marzo, exactamente una semana después del fallecimiento de Felipe González, fue el cumpleaños número noventa de otro ser humano fabuloso, cariñoso, amoroso y excelente amigo: Marco Antonio Muñiz. A Marco lo conocí hace muchos años. Desde que venía a la feria de san Marcos a trabajar a Los Globos, empresa que manejaba don Rafael Mirabal. Con el paso del tiempo logré que fuéramos compadres y la relación se volvió familiar. Tiempo después mi familia creció y Marco fue padrino de uno de mis nietos, de Alfonso, hijo de Claudia, mi hija.

Con Marco he vivido tanto en lo individual como a nivel familiar muchas cosas muy bonitas. El convivir con ¡El Lujo de México! es algo inimaginable. Su charla es muy interesante y plagada de vivencias y anécdotas. Me ha platicado tantas cosas que estoy escribiendo un libro que va a ser para consumo familiar, en donde cuento lo que Marco me ha platicado. Y es que él mismo, un día que estábamos en el Restaurante Arroyo, allá con el Gran Chucho Arroyo, me dijo: “Compadre, te platico todo esto pues sé que algún día lo vas a escribir”. Y sí, tenía razón, ya está en proceso esa tarea.

Con Marco platiqué el viernes pasado. Lo felicité y le refrendé mi cariño y admiración imperecederos. Él con mucha lucides me preguntó por toda la familia y les mandó saludos y sus deseos de que sigamos bien.

Al inicio de esta colaboración mencioné que en los últimos 15 días he tenido sentimientos encontrados muy intensos. De tristeza y alegría. Y esto originado por la pérdida de un gran amigo: Felipe González y por el cumpleaños número 90 de Marco Antonio Muñiz.

Al meditar sobre todo lo anterior concluyo que una de las cosas más bellas de la vida es la amistad. Pero la amistad de a de veras. No de las amistades convenencieras, de las que son por interés para sacar algún provecho y que cuando las personas ya no están en el cargo o en la cúspide de su carrera, se desaparecen como por arte de magia. Con Felipe nos demostramos amistad fraternal hasta el último día de su existencia. Con Marco sigue vigente ese cariño de hermanos, esperando que Dios Nuestro Señor lo conserve muchos años más.

En el tintero se quedan vivencias muy bonitas, como cuando presenté a Marco con Felipe y pasamos una tarde deliciosa de bohemia. Ese día estuvo con nosotros Pepe Jara y Tomas Balcázar, abuelo del Chicharito Hernández. A partir de ese día Felipe se convirtió en mecenas de Pepe Jara, que en los últimos años de su vida pasó días difíciles económicamente hablando. En fin, vivimos historias muy hermosas.

Hoy todo lo anterior ya es parte de la historia de mi vida, y agradezco al Creador el haberme permitido tener muchos amigos de gran valía, de todo tipo. Ellos han hecho de mi vida algo… ¡Muy hermoso!

José Ma. Chávez 120, Centro, Aguascalientes, Ags. Tel 01 (449) 994 6800 y 915 3231 Aviso Legal | Aviso de Privacidad